La leyenda del “Cerro del Abuelo” de Poza Rica


¡Buen día estimado lector!, si eres como yo y creciste en esta ciudad, probablemente te has preguntado en algún momento “¿Por qué al “Cerro del abuelo” se le llama así?; si te has quedado con la duda pues ¡esta nota es para ti!
Hace ya unos ayeres, en la época donde dominaba la poblacion indígena de nuestra ciudad que en aquel entonces no estaba constituida, vivía en la parte la parte lateral oriente del Cerro un anciano de cabellos blancos junto a su esposa en una choza de tarros y palmas; ambos de origen totonaco nativos de la región.







Asi pues, la choza se ubicaba en las faldas del entonces cerro sin nombre, no hubiera podido ser en la cima según comentan los pobladores que un recuerdan aquellos sucesos. El matrimonio vivía de la crianza de gallinas y la mujer del anciano sembraba yuca, maíz, yerbabuena, frijol, chile, Jamaica, comino, etc. Con una burra que tenían, se ayudaba el anciano a bajar del cerro agua de pozo y productos agrícolas a las chozas esparcidas en lo entonces se conocía como Km. 56, hoy Poza Rica, y Km. 52, Hoy Col. Manuel Ávila Camacho de esta ciudad.


– ¡Allí va el abuelo! – gritaba la gente al verlo pasar – ¡El del cerro!


Y así le identificaban, con su cabellera blanca y piernas largas colgando al costado de su montura, un hombre alegre hasta donde llega la memoria de quienes le recuerdan, tez morena, delgado, anchas espaldas, mirada bonachona. Así recorría las chozas el coloquial hombre ofreciendo su mercancía.


Al vivir en aquel cerro el hombre, amaba lo que le rodeaba, y también admiraba la época de cambio que le toco vivir, pues eran entonces los años de 1930, y en 1932, llegaron los obreros provenientes de Palma Sola al Km. 56 para iniciar las magnas perforaciones petroleras.


La noche obscura, de clara luna y amplio manto estrellado había sido eclipsada por mechones rojos de los quemadores, que le daban al entorno un tono amoratado y triste, eso fue quizás lo único que afligió al hombre, comentan algunos obreros petroleros que testimonian el suceso.





Durante toda su vida (conocida) el hombre se inclino por la soledad del cerro en compañía de su mujer en lugar del bullicio de la ciudad entonces naciente, aquellos que le conocieron y llegaron a cruzar palabras con el nunca supieron de donde vino, ni por qué permanecía en aquel cerro. Ahora la historia se ha llevado su nombre, pero se había convertido ya entonces en la referencia por excelencia del desolado cerro como su primer poblador. Con el aumento de la población el hombre y su esposa fueron pasando a la historia hasta que el sitio paso a llamarse “El Cerro del Abuelo”.





En cuanto al abuelo en cuestión, nos narran pioneros de la industria petrolera, de repente en un invierno crudo desapareció, no se le volvió a encontrar, todos se preguntaban que paso con el matrimonio, algunos visitaron su choza solo para encontrarle vacía.


Y así pues esta historia se convirtió no solo en el bautismo del eterno vigía de la ciudad, “El Cerro del Abuelo”, sino también en una leyenda grabada en el tiempo, como testimonio imperecedero de los primeros pobladores de esta ciudad.


Por Laila Brindis






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